jueves, 26 de mayo de 2011

Articulo


Se desvela la verdad 38 años después

Esta semana no se ha hablado de otra cosa en la ciudad de Burgos. Ni el 15 M, ni la muerte de Osama Bin Laden, ni siquiera la pasión por el futbol ha sido capaz de quitar protagonismo a la información que ha ocupado todos los medios de prensa, y la que va dar que  hablar durante mucho tiempo. La noticia de que el incendio que quemó  los antiguos Gigantillos allá por el año 73, no fue un accidente, ha dejado a todo al mundo pasmado.
La bomba informativa, salto a los medios  el pasado domingo, cuando el Diario de Burgos, conto con el testimonio de Luis Pérez, hijo del  antiguo porteador de la Gigantilla, el ya fallecido Isidro Pérez.  Con tono firme y sereno a pesar de lo delicado de la noticia, reveló que el incendio que afecto a los Gigantillos y Gigantones el 17 de Enero de 1973, no fue un accidente como hasta ahora se había creído, fue un acto provocado por su padre, como forma de venganza.
La noticia, que le llego a Luis de su padre días antes de morir, voló por toda la ciudad, sorprendiendo a propios extrañes. Bueno, a los miembros de la asociación de Gigantillos y Gigantones, que todavía tienen edad para recordar a Isidro, no les ha sorprendido mucho. Estos compañeros, coincidieron todos declarando que “Isidro no era trigo limpio”.
Parece ser que los problemas con el eran bastante comunes. La relación con los compañeros no era del todo buena y sus percances como porteador cada vez eran peores. Julián Martin, antiguo compañero de Isidro, y encargado de llevar el Gigantón de la china, recuerda como le sorprendieron, ofreciendo a los ciudadanos acercarse a la Gigantilla, para hacerse fotos con ella, a cambio de dinero. Acto que se le reprimió duramente.
Pero lo peor fue  el percance que tuvo lugar una semana antes del comentado despido y que además seria la cusa de tal hecho.  La poca profesionalidad de Isidro quedo patente en las fiestas del Curpillos de ese año. Según coinciden los antiguos compañeros, y el propio hijo de Isidro,  lo que tenía que ser un paseo por el espolón se convirtió en un acto bochornoso.  Isidro, que en el momento del paseo iba a la cola de todo el grupo, tuvo un despiste, según cuentan los compañeros, al girarse bruscamente para contemplar una joven que observaba al grupo. Dando como resultado el desequilibrio y caída de bruces de la Gigantilla. Por suerte a él no le paso nada, pero la Gigantilla tuvo que ser restaurada, porque la nariz quedo deteriorara. 
Lo siguiente que ocurrió es deducible. Isidro molesto por su despido, aprovecho su accesibilidad a la sala donde se guardaban los Gigantillos y Gigantones, los almacenes municipales ubicados en la calle Barrio Gimeno, y un bote de alcohol y unas cerillas hicieron el resto. Convirtiéndose, lo que  bien podría ser un guion hollywoodense, en el día más triste para muchos burgaleses.

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