jueves, 26 de mayo de 2011

Reportaje


Los Gigantillos

Ambos son burgaleses, el con un ancho sombrero velludo, camisa con los picos de cuellos subidos, faja roja, capa marrón oscuro, y en su mano derecha, una vara de fresno que llega hasta el sombrero. Ella con camisa burgalesa, amplia falda de percal, delantal negro, un moño de picaporte, pendiente  y collar de cuentas rojas y un ramo de flores en su mano derecha. Si además añadimos, que tienen un peso de 60 kilos, y una altura aproximada de 2,40 metros, y que esto no supone ningún obstáculo a su destreza como bailarines. Está claro que no estamos hablando de una pareja de lo más común en nuestra ciudad.
Los Gigantillos, como el papamoscas o la Catedral, forman parte de la idiosincrasia y saber popular de esta ciudad, un elemento común para todos los burgaleses, que hace de este  entrañable dúo, un motivo de orgullo para todos nosotros.

Esta simpática pareja, se ha ganado a pulso, a través de los años, su máximo cometido que no es otro que representar la figura de los burgaleses. Uniformados con gruesos paños de Bejar y adornados con baratijas rurales, permanecen escondidos la mayor parte del año, a espera de su disfrute y contemplación.

Solo algunos días del calendario, correspondientes a las grandes festividades de la ciudad, podemos contemplar la sutil gracia y el desparpajo de esta pareja centenaria, por los rincones más comunes de nuestra ciudad, como la Plaza Mayor, las Huelgas o el monasterio de San Juan. A ritmo del tamboril y la flauta que les acompañan, esta pareja de amantes, bailan y brincan con la misión de divertir a las gentes de Burgos.

Una par de piernecillas, que sobresalen por debajo de cada figura, nos señala que la magia de dar vida a nuestros protagonistas no es innata, se debe a la gran figura de los porteadores.  
Gracias a su sudor y temple, familias como la García, convierten dos figuras estáticas de cartón piedra, en dos magníficos bailarines, al que los 60 kilos de peso, no son obstáculo, para los giros, saltos y paseos continuos que muestran alegremente nuestra pareja.
La figura del porteador, no puede ser ocupada por cualquiera, este puesto suele pertenecen a una misma familia, siendo heredado de padres a hijos.
Llevar al Gigantillo y la Gigantilla tiene un significado ligado estrechamente a la tradición familiar, que en algunos casos se remonta a varias generaciones atrás en el tiempo, además de a un sentir especial de las fiestas.

Para poder contemplar a los Gigantillos, se debe esperar hasta las fiestas mas conocidas de la ciudad, no todos los días podemos disfrutar de ellos.  El Corpus Christi, la fiesta del Curpillos, o los San Pedro, son los días en que las calles se llenan de la alegría de los Gigantillos, y todos los que les acompañan: los Gigantones, Danzantes y Tetines, Maceros, Timbaleros y clarineros, además de los gaiteros o piteros que animan con su música las andanzas de nuestra pareja. Todos ellos durante siglos, han hecho de las fiestas de Burgos un motivo de alegría festiva y gracias a su aportación,  se conserva  el rico folklore de la ciudad en sus danzas, bailes, costumbres, ritos y fiestas

La figura de los Gigantillos, como hemos dicho antes, encarna la figura de dos burgaleses, más concretamente a un alcalde y una alcaldesa. Se cree que de Arcos de la Llana, aunque podrían pertenecer a cualquier zona de la sierra de Burgos. Representados ambos en cartón-piedra con forma de figuras orondas y rostros de expresión graciosa y risueña, respetuosa formalidad, plenos de simpatía y típico atuendo burgalés.

Para encontrar su posible origen hay que remontarse varios años atrás en el tiempo. Los documentos del Archivo Municipal aseguran que desde 1564 se tiene constancia de la existencia de algo parecido a los Gigantillos. En esa época eran una especie de evolución de las antiguas Tarascas y Tarasquillas, que existían desde el siglo XVIII y que como hoy los Gigantillos, salían por las calles en la procesión del Corpus, pues se consideraban vinculadas al Día del Señor en la ciudad de Burgos.

Pero realmente, la figura de los Gigantillos, no cuenta ante el saber popular con tantos años de vida. En todas las fuentes de información se le otorga el origen en el año 1989, año en el que fueron renovados por el artista D. Fernando Hernando “Cardeñita”, con motivo del V Congreso Católico,  conservando actualmente  esa  configuración.  Por tanto, en el año 1999 fue celebrado el centenario de esta pareja tan querida por los habitantes de nuestra ciudad.
Los Gigantillos aparte de divertir a los paisanos con sus danzas características al son del tamboril, desarrollan también su función con las instituciones, encabezando las comitivas de los actos a los que deben asistir. Aparte de los eventos tradicionales, intervienen numerosas veces en días señalados, recorriendo las calles, iniciando comitivas, haciendo el pasillo de entrada a los edificios públicos, o bailando ante el domicilio de Autoridades.
Los gigantillos no solo despiertan devoción entre nosotros los burgaleses, las peticiones para cederlos a otras partes del país o incluso al extranjero, a fin de intervenir en fiestas y cabalgatas son constantes, convirtiéndose en dos acérrimos viajantes.
Gigantillos y Gigantones han sido siempre demandados para contribuir a lograr mayor distinción, de los actos oficiales, y cuentan es su haber con varias salidas importantes.               La Comisión Municipal Permanente, en sesión de 14 de mayo de 1943 acordó que acudiese a Zaragoza una representación Municipal, a fin de participar en el Voto Nacional a la Virgen Del Pilar.
Otro momento en que fueron cedidos, fue el día dedicado a Burgos en la Primera Feria Nacional del Campo, el día 17 de junio. Asistieron una representación, con la concurrencia de Danzantes y los Gigantillos, autorizado el acto por acuerdo de la Comisión Municipal Permanente del día 14 de junio de 1950.
Algunos años antes, el 13 se Septiembre de 1928, en la conmemoración de los cinco años del Gobierno dictatorial del general Primo de Rivera, los Gigantillos participaron encabezando a una nutrida representación burgalesa, despertaron gran entusiasmo entre el público madrileño, con sus bailes y danzas.
El presidente del Consejo y  el general Primo de Rivera  presenciaron el desfile desde el edificio del Ministerio de Instrucción Pública, aplaudiendo gustosamente el paso de los Gigantillos.

Pero sin duda, su episodio más importante fuera de las fronteras españolas, fue la aventura que tuvieron en plena Segunda Guerra Mundial en el país del Führer.
En plena guerra mundial y cuanto mayor era el éxito de las tropas alemanas,  llego al ayuntamiento de Burgos, una inesperada petición desde Alemania, para que los Gigantillos
participaran en un festival folclórico, del país teutón conocido como la Fiesta de la Alegría.     La Concesión Municipal Permanente de entonces, aceptó gustosamente la invitación,  concediendo la autorización para el desplazamiento hacia Alemania el día 10 de julo de 1939.

El 16 de Julio de 1939, salió la parejita de Burgos en un camión de transporte, rumbo hacia Badajoz, acompañada por el gaitero Fontecha y sus bailadores, Antonio Vecino y Clodoaldo Pascual. Ya en Badajoz, los Gigantillos fueron montados en tren hasta Lisboa, desde donde embarcaron hacia Hamburgo, en el barco Orinoco. Allí se hospedaron en el Hotel Central, donde la comitiva estuvo muy bien cuidada.
Los alemanes celebraban entonces unas fiestas que llamaban “La fuerza por la Alegría”, en las que intervinieron 22 naciones, entre ellas, España, con 51 grupos de todas las provincias. Según confesaron luego los protagonistas de la historia, al terminar de bailar los Gigantillos se oyeron grandes aplausos y júbilos por parte del público alemán que allí se encontraba. Pasaron cinco días en Hamburgo y otros cinco en Berlín y fueron recibidos después por Adolf Hitler, en el palacio de Federico II, quien al parecer les chapurreo algo en español.

La historia de los Gigantillos, quedaría tristemente marcada, cuando una inesperada desgracia, en forma de incendio, destruiría por completo los Gigantillos, y con ellos los ánimos y la ilusión de muchos burgaleses de antaño.
El 17 de enero de 1973, fecha que quedaría en la memoria de muchos, el entonces Jefe de Almacenes Municipales, D.Bernardino Velasco Santiago, comunicaba a la Secretaria General del Ayuntamiento que, “en la mañana de ayer”, sobre las once horas, a causa de un incendio provocado en los Almacenes Municipales, instalados en el Barrio Gimeno, quedaron totalmente destruidos los Gigantillos y Gigantones, donde estaban custodiados y forrados de telas para evitar suciedad. Anteriormente las citadas figuras se hallaban en varios lugares de la ciudad. Inicialmente, se ubicaban en el Mercado de Ganados De San Amaro, pero se prefirió trasladarlos a los Almacenes Municipales, porque las ratas las hicieron grandes destrozos.
 Fue una desgracia muy grande para la ciudad de Burgos y para los propios burgaleses. Las muestras de malestar y pena por el hecho ocurrido llegaron también de fuera de la ciudad. El presidente de las Cortes Españolas, D. Alejandro Rodríguez de Valcárcel, escribió una carta al entonces alcalde, D.Fernando Dancausa de Miguel, lamentando profundamente el hecho.
Ante la imposibilidad de la restauración por la gravedad de los daños ocurridos en las figuras, las autoridades  decidieron que la mejor solución sería  crearlos desde cero, intentando respetar lo máximo posible el diseño original.
El 24 de marzo de 1973, la Comisión Municipal decide encargar al maestro Mayor de Valencia, Julián Puche Ferrándiz, la reproducción de los Gigantillos y Gigantones, con un coste de 350000 pesetas, y un plazo de entrega que no excediese de 28 días. Para este proyecto colaboraron varios profesionales, además del encargado del diseño. De los ropajes, se ocuparía  la sastrería Seseña, de Madrid. El asesoramiento y  los dibujos fueron llevados a cabo por el artista burgalés D. Luis Ortega Rupérez. Todo el proceso fue regulado por el arquitecto D. Marcos Rico Santamaría, presentando minuciosa cuenta de los gastos una vez terminados su fabricación.
Los Gigantillos seguirán siendo elementos insustituibles en las fiestas que se celebran en esta ciudad, a pesar de las caídas, golpes e incendios que puedan padecer. La tradición de los Gigantillos y Gigantones perdurada muchos siglos más, alegrando las calles de Burgos con su paso tosco y titubeante. Niños y mayores seguiremos contemplando con gran ánimo, la figura maravillosa de este alcalde y su encantadora mujer.

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